De mujer me desvisto
para llegar despacio
a tu morada.
La música no espero,
ni el cónclave torcido
y vago de las tardes.
La hombría que te ama
se deshace,
fracasa a sorbos chicos
y a deshora.
Ratos circuncidados,
la sonrisa amarilla
de los limones
por un ángulo muerto.
Y mi patria escondida.
Y yo, el tirano falso
que guarda la banderas.
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