de la desdicha,
domicilio, arrabal,
cuadrado de raíces
y lamento;
éste es el protocolo
que exaspera,
el fatuo colofón
de un reglamento.
Huida cervical
por no olvidarte,
el arte miserable
de un consejo.
La brevedad no arde,
es fría y descarnada,
heredera de las malas lenguas
y del invierno.
Inunda los portales,
determina las causas,
prorroga, roba, excita,
se atribuye los éxitos
y el perfume sagrado
de las maldiciones.
Anarquía dolosa
que se atranca
en el promiscuo recodo
de las insinuaciones.
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