Harto de invocaciones,
la exigencia se cobra
su trofeo.
Nadie mira hacia arriba,
ni el árbol previsible
de la sombra en estéreo,
se atreve a asegurar
que sea del rojo investido
aquel lugar proclive
a la discordia.
¿Ambiguo, descreído,
acaso condenado a ser
la vaina de un guisante?
No lo creo.
El sonido es demasiado imperfecto
para ser falso.
Creo en ti,
pero únicamente
para cambiar mis hábitos.
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