jueves, 8 de marzo de 2012

MONÓLOGO

Ella se extiende
ante mis ojos,
libre,
rebelde por un rato
muy estirado
de todo aquello que no sea temblar
por no tener
las palabras medidas
que eviten que la bese por dentro,
que siembre de postigos
su pecho,
y su noche,
y su reino blanco
de libros.

La tarde es el milagro
que yo espero.

Día de diez minutos,
rotación almendrada
de un mundo en Re de Amor
que todo justifica.

Menos su nombre,
que no rebota al eco
sino en la cercanía
de la incertidumbre.

Menos el trazo tímido,
bordado en comisuras
por una boca de agua clara
que sonríe.

Ella licua espacios
cuando falta.

Ella domina, iguala,
pone lazos al viento
y a la nube.

Ella siempre descansa
donde mi mal
se agota.

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