miércoles, 8 de febrero de 2012

EN EL NOMBRE DEL PADRE

En el nido de la víbora
colocaré mis huevos.

Ella los incubará
con el calor de una madre,
de una bombilla
de setenta vatios,
de una teta larga,
directamente comunicada
con el vertedero.
 
Y nacerán los vástagos,
rompiendo en su inocencia
el código de cuatro dígitos
con el que está sellada
la cáscara.

Son dos.

Vienen al mundo
con  los labios cosidos
de buena muerte
y una lápida de mármol
bajo el brazo.

“Aquí Yacen”.

Antes de ser digeridos
por la gran lombriz,
el Hombre de cartón
les saluda
con una mano de tres dedos.

He alquilado
un tubo de escape
en un arrabal cercano.

Y desde allí,
vigilaré paciente
el giro inoportuno
de sus existencias.

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