martes, 21 de febrero de 2012

INTERIORES

Las mesas vacías se deprimen
y los estantes huecos,
rompen en dos el papel mojado
de los libros.

La luz busca
salidas honrosas
a trescientos mil kilómetros
por beso;
y la ventanas de emergencia,
cobran el diezmo inmerecido
por tener siempre
la boca cerrada.
 
Lugar muerto, maldito,
nacido de un útero
con la batería baja.

Agujero en prácticas,
minifundio alquilado
a los intentos.

Aún son visibles las huellas
en la arena de Ítaca.

Ha regresado Ulises.

Y con su vejez,
devora la música de los violines.

El Concierto para botas altas
y preguntas
ha terminado.

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