Las mesas vacías se deprimen
y los estantes huecos,
rompen en dos el papel mojado
de los libros.
La luz busca
salidas honrosas
a trescientos mil kilómetros
por beso;
y la ventanas de emergencia,
cobran el diezmo inmerecido
por tener siempre
la boca cerrada.
Lugar muerto, maldito,
nacido de un útero
con la batería baja.
Agujero en prácticas,
minifundio alquilado
a los intentos.
Aún son visibles las huellas
en la arena de Ítaca.
Ha regresado Ulises.
Y con su vejez,
devora la música de los violines.
El Concierto para botas altas
y preguntas
ha terminado.
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