En la terquedad del suelo,
en el loco dominio
que ostentan los pies desnudos
en la arena,
planto la semilla.
Un mundo entre sillas
y hierba alta es el elegido,
donde nadie pueda ver
lo que no hago.
Torre de neumáticos,
la Meca de los vigías ciegos.
Ella está allí,
dibujada junto a un poste
que habla,
con las rodillas enterradas
en la entropía,
ignorando el temblor
de las manos viejas.
Estampida de errores,
exigua densidad
de las equivocaciones.
Y hasta aquí,
mi consejo.
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