Hablo en las manos quietas,
en las hileras largas
de cadáveres
a las que nadie se atreve
a cerrar los ojos.
La última imagen
quedó grabada.
Es hermosa
la quietud calmada
de la muerte.
Sólo las moscas
lloran junto a la madre,
sólo ellas mantienen
las rosadas mejillas
del hijo.
Hablo de lo que veo
mientras las volandas me llevan
en silencio.
Y en la espera,
los gritos
se han blindado.
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