En quererte dejé
mis dioptrías,
y de mirar en ancho
gané tiempo,
lacónico final
libre encomienda,
nostalgia y Casanova,
ruego y verso.
Guardé en cada locura
mis fracasos,
abrazando entre urgencias
lo exclusivo,
ingeniero de cuerdas
y decoro,
ideólogo del sexo
y los instintos;
apreciado talento
que en privado,
hacía de la carne genocidio.
Y en vírgenes de barro
yo me rindo,
matando a la virtud
entre dos tetas,
inscribiendo mi nombre
en las espaldas;
reversos ordenados y serenos,
graníticos pilares de la tierra.
Tejedora perdida
me has hallado,
allí,
donde se acaban
las promesas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario