martes, 13 de diciembre de 2011

DOS MIL NUEVE

En un orbe redondo,
girado en azafrán
y veinte hebras,
supe de tu existencia.

Yo dormía
en el punto cruzado
de las equis,
donde la curvatura
se venera.

Lugar privilegiado,
aspirado de entrañas,
devorado por todos;
oxidada coraza,
viva,
al fin.

Adiviné despacio
tu silueta,
y de mi oscuridad,
saqué a mojar mi lágrimas
y a recoger, sin prisa,
aquellos trocitos
de mujer desnuda
que se me habían caído al suelo
en un descuido.

Se aplastaron de arena
los relojes,
y el precio consumó
su magnicidio.

Yacías maniatada,
circular,
abierta de esperas
a mi antojo.

Y el presente fue grande,
almibarado,
decorado con un lazo
de lenguas y romero.

Ya no ero yo,
ni tú aquella cuchilla
llena de sinónimos
y cartas marcadas.

El amor se había ido
a conquistar
un cuerpo.

1 comentario:

  1. Miles de sugerencias y detalles dignos de ser esculpidos, como 2010. Una andadura que admiro desde ya...

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