Manipulaba términos,
soledades de hormiga,
los dedos reciclados
de una tarde
empapada de verbos
en la espalda.
Bulbos e infinidad,
alarmas de lo breve,
tallos que no crecían
si no en una guerra
ya perdida.
Hierba y cizaña.
El anuncio de un crimen
perpetrado.
No hay culpables,
sólo moldes de aire
esperando un lugar
de plomo
para ser soldado,
medalla,
o el estante engreído
de las dudas.
Patíbulo con ella.
Y sin ella la soga,
el clavo
o el garrote.
Malvivo fracturando,
arreglando sin ganas
los huesos tristes
de un pobre insensato.
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