martes, 6 de diciembre de 2011

DURACIÓN INFINITA

He vuelto a releer
los días yermos,
devorando prospectos
buscando la salvaje
medicina:
su carne,
la tibia devoción
por los adentros,
el único milagro
en el que creo.
Discípulo yo soy,
creyente,
adepto,
el necio conjurado
que delira.

Yo vivo por la audiencia
de su cuerpo.
Quisiera ser valiente
y declarar batalla,
ganar o ser vencido
y capturado,
lanzarme al abordaje
sin remedio,
tener sólo una opción
entre los labios.

Ser el mapa,
la carta ganadora,
el mensaje cautivo
de una hora ganada al tiempo
en una apuesta.

Así,
Sólo con eso,
ya soy Dios en las calles,
Virrey de las esquinas
y los parques,
abanico de cielo
en el estanque.

Así yo creo en ella
entremezclado,
reviviendo el momento
que aún no hace.

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