Desmembrado me muestro
ante ti.
Para qué fingir,
si es la torpeza
la que descarna,
la que ilumina.
La insolencia destiñe,
precipita,
decanta poco a poco
el devenir sobre sí mismo.
De nadan valen ya
las profecías
ni las rojas señales
de aviso,
ni aquel lugar de muertos
en que la sonrisa
siempre estaba alquilada
a otros.
Sé que no debo.
Sé que la soledad
únicamente enseña
vocales negras.
Pero qué quieres
que te diga.
Mi espacio-tiempo
nunca ha dejado de abarcarte,
de incluirte en la lista negra
de los seres a los que amo.
Y es que,
de todas las posibilidades,
tú eres la única
que sigue doliendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario