lunes, 9 de enero de 2012

QUIETUD

Sólo el placer inflama,
sólo él busca la brevedad
para ser prisión perfecta,
sin perro ni cadenas
que oxiden o ladren
sus temores.

Uno, dos,
cien insensatos
comparan su tristeza,
la ahorran en monedas pequeñas
con forma de accidente,
de gris casualidad
recién lavada.

Y yo les miro
gastando mis excesos,
cada uno de ellos,
en una fea mueca
de necesidad,
de ardor conmutativo,
de alarmas y sirenas
cada vez que estás cerca.

En la luz roja.

En las transparencias
de una puerta falsa.

Hoy, mi agenda está llena;
necesito verte
y la horas se baten
en retirada.

Sólo el placer inflama.

Es cierto y necesario.

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