jueves, 26 de enero de 2012

VEINTISIETE DE ENERO

No creo en las simbiosis,
nunca lo he hecho.

Los contratos se escurren,
se visten enlutados,
embriagados del ácimo sabor
que guardan los cajones
sin ropa.

Por eso me niego.

Por eso acordé contigo
huir de las verdades.

Y callar.

Y confesar sólo
en los banquillos.

Y cubrir mis delitos
con el pañuelo negro
de los cuervos.

Alguien bajó el volumen
de mi voz,
descosió la mentira,
dejándola después,
tirada sobre un colchón
de manos frías.

Regreso,
alineación torcida,
efecto fabricado
a tres metros de ti
que me condena.

Termópilas que aman.

Y yo,
Subiendo sin cesar,
lleno de fondos.

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