El no verte me mata,
y en el precio y la angustia
pago el daño;
credenciales de exilio,
boca muerta,
deslucido fulgor,
razón y mayo,
ignorado sentir
que lleva adjunto
la torcida esperanza del milagro,
de la prosa infinita
y desgarbada,
soltería de letras
y peldaños.
Y pongo mi advertencia
en el pecado,
en la pobre bondad
que aún me revienta,
en el lado derecho
de los jueves,
en el altivo rostro
de las restas;
uno más uno tres,
todo es correcto,
programa desvirgado
por la audiencia.
Ya nada es suficiente,
juicio y cargo,
avalista de olmos
y secretos;
legal capacidad
de aquel recibo,
firmado con la punta
de unos versos.
No quiero estar aquí
jurando abriles,
el no verte me mata
por decreto.
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