Quiebra por ella el mundo
en veinte trapos,
y aún de no verla sumo,
objeto y fallo;
habla mi lengua altiva
en titulares,
en cábalas,
diplomas
y descaro;
no tenerte me llena
de remedios,
etílicas maneras
de ser algo.
Y en los organigramas
me desprecio,
si acaso valgo más
cuanto más amo,
orfebre descuidado
que se empeña
en ver cada motivo
como un trazo;
árbol de sentimientos
y docenas,
vorágine de amor,
madera y algo.
Ya no miro a las caras,
ni apuesto visionario
tres por lienzo,
ahora píntame tú,
razón del arma,
dispara contra mí,
hazme ninfeo;
oval corporeidad
de los cuadrados
que buscan desquiciados
el sustento.
Tarde en la lluvia,
cóncavo y sonrisa,
hermoso bodegón
para dos lechos.
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