Soñaba en desgraciados,
en el color anfibio
de la infancia,
marcaba proteínas
con su nombre,
queriendo se así
lagar y alma;
el terco centenario
que se ofende,
al ver que su razón
murió sin ganas.
Ya no quería iguales
ni sumandos,
ni el mordisco avisado
de una hembra;
llenaba los excesos
de remiendos
cumpliendo solamente
con las bestias:
ardid cuadriculado que sostiene
los mundos paralelos,
la demencia.
Senil radiografía
de un idiota
abierto en condiciones
y despecho,
imagen comercial
de la avaricia,
trivial asignatura
de estar cuerdo;
enfermo derivado
a la artimaña,
procaz y venenosa
del deseo.
Imantado de Nortes
se veía,
fiduciario de amor
y desaliento.
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