Placer,
diosa cautiva
de unos brazos,
muerta naturaleza
que renace,
clítoris enervado
hasta mi boca,
fatídico elixir
que humano pace;
hueso de Dios
abierto hasta las nueve,
sentido y dirección,
nuez de mis fauces.
Y en cuarteto,
asonante,
removido de tumbas
hasta el techo,
seis veinticinco
y triple,
todo encaja,
mate de persuasión
y tiempo muerto;
despedida alocada
de las sobras,
amarilla gestión
entre dos cuerpos.
Antes de largo
y siento amanerado,
y del tener abrigo
la conjura;
ventana de ocho ojos,
tres abiertos,
entrada del tú y mil
que en yo se mudan;
botón de reiniciar,
nada se acaba,
el árbol se ha llenado,
fruta y nunca.
Undécimo elemento
que te ama,
enésima inversión
de la denuncia.
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